domingo, 25 de diciembre de 2011

Yolanda Pérez Herreras


En el entorno público, por el hecho de ser mujer, como artista, no he encontrado dificultades con las organizaciones con las que he colaborado. El ámbito del Arte de Acción – y quienes gestionan - es abierto y sin prejuicios – hay que pensar que, mayormente, quienes organizan son performers. En cualquier caso, es posible que, no planteando mi trabajo como mujer sino como artista – obviando géneros -, no se produzca una proyección específicamente reivindicativa que pueda llevar a la audiencia a posicionarse rígidamente en un sentido u otro. Es la mirada del público la que captará su personal esencia de una acción, condicionada por su vida y su experiencia, y la artista no puede conocer todas y cada una de ellas.

En cuanto a la relación de mi vida “privada” con mi actividad como performer, siendo una persona independiente – sin condicionamientos de pareja, familiares… - no puedo decir que surjan dificultades características reseñables.

Puedo contar una experiencia personal en relación a ser mujer y no “cumplir” con los cánones de belleza. Hace ya bastantes años, realicé una acción en la que iba quitándome ropa sin llegar a desnudarme completamente – me quedé con un body escotado y unas medias negras. Al finalizar la acción, varias personas del público se me acercaron y me hicieron comentarios (en tono admirativo) sobre “qué valiente era”; no me lo dijeron explícitamente pero era obvio, por cómo lo dijeron, que se referían a quedarme en paños menores a pesar de mis dimensiones físicas. Conozco performers masculinos que se desnudan – a pesar de sus orondas líneas – y nunca he escuchado que resaltaran su aspecto. Desde entonces, y a pesar de que en algunas ocasiones en la acción que deseo realizar el desnudo podría aportar una referencia precisa, no lo hago. Y no me desnudo porque, desafortunadamente, tengo la sensación de que el público va a quedarse en mi supuesta “valentía” y su mirada no va a ir más allá; no va percibir el desnudo como un elemento/complemento más de expresión. Supongo que aún quedan en nuestro inconsciente rémoras que, instintivamente, “se cuelan” en el presente, impidiéndonos profundizar.

En relación a la gestión, la principal dificultad es que el Arte de Acción es un “gran desconocido” – tanto en la esfera del arte como en la sociedad -, de manera que a la hora de proponer cualquier actividad – a cualquier nivel de gestión – primero hay que ponerse a explicar en qué consiste… incluso “desmentir” ciertas ideas instaladas – que pueden jugar a favor o en contra según y cómo y cada cual -: show, escándalo, teatro, espectáculo... Así, quienes tienen la responsabilidad de programar un espacio – público o privado – preferirán que se les explique con precisión en que va a consistir la acción y, en el caso de que llegaran a la conclusión ¡! de que no es “apta”, una de dos, o la rechazarán sin más o “sugerirán” que se “suavice”. Es decir, desean controlar porque hay cierto “temor” a lo que pueda pasar. Esto, desde luego, no puede generalizarse, pero pasa, dependerá de la “intención” con la que se solicite el trabajo de un performer: por el trabajo artístico en si mismo, o como “adorno” de una inauguración, por ejemplo.

El encontrarse con dificultades para organizar, por el hecho de ser mujer, creo que sólo puede depender de quien tenga las competencias y, personalmente, tenga prejuicios, y nada se puede hacer… ¡excepto pedir contundentemente su dimisión! Y, desde luego exigir – al menos en las instituciones públicas – que los responsables de planificación de actividades culturales tengan los conocimientos suficientes para tal cometido, y no sean cargos políticos.

No creo que existan soluciones como tales, mi opinión es que, como con casi todo en la vida, lo único que se puede hacer es exigir que se invierta en educación, en una formación integral que permita elegir con libertad y consciencia.





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